domingo, 13 de enero de 2013

Arte

Arte, en sentido general es toda actividad humana que, sirviéndose de determinados conocimientos, los aplica para alcanzar un fin.  Esta acepción engloba, a su vez, tres distintas nociones del término: la actividad estética en general, la de actividad estética plástico-gráfica y, finalmente, la de oficio o habilidad técnica. El primer significado se encuentra, sobre todo, en tratados filosóficos o de sociología general (estética), y con él se alude a toda actividad que, sirviéndose de la palabra, del sonido, de los medios plástico-gráficos o del espectáculo, se propone realizar una idea concebida por la fantasía y aprobada por el gusto y que tiene por fin la producción de lo bello. En el ámbito filosófico, sin embargo, el término abarca la totalidad del hecho artístico. Pero el vocablo asume, no obstante, un significado más restringido y que precisamente es el más usado en la actualidad; con él se indican sobre todo las artes plásticas y gráficas (arquitectura, escultura y pintura). El tercer sentido, finalmente, se mantiene en locuciones burocráticas y administrativas (artes y oficios) o en textos históricos y críticos para indicar una habilidad especial en la ejecución de un trabajo.
No hay duda de que la coexistencia de los tres sentidos presenta algún problema desde el punto de vista de la coherencia lógica. No se entiende, en efecto, por qué motivo la actividad que tradicionalmente se autorreconoce el derecho de violar toda regla en nombre de la inspiración creadora ha de ser expresada por una palabra que denota habilidad técnica, o sea la actividad ordenadamente dirigida a un fin. Las razones se aclaran solamente retrocediendo en el tiempo al uso que se hacía de dicha palabra en la Baja Edad Media y, retrocediendo más todavía, hasta la palabra latina ars y la griega tekne.
Mario Vittorino, en el siglo IV d. de J.C., clasificaba las artes en artes animi (artes inmateriales: poesía, música, astrología, gramática, retórica, jurisprudencia, filosofía), artes corporis (artes materiales: lanzamiento, salto, velocidad, levantamiento de peso, etc.) y artes animi et corporis (artes materiales e inmateriales: agricultura, gimnasia, medicina, arquitectura, etc.). Tanto ars como tekne eran palabras que tenían un sentido unitario extremadamente vasto, puesto que se referían a toda actividad que implicaba una destreza no innata, sino adquirible a través de un oportuno aprendizaje, o sea cualquier oficio, ciencia, técnica, profesión y cualquier actividad de tipo estético. No existía una palabra que hiciera distinción de unas actividades artísticas respecto a otras, lo que coincide, por otra parte, con las lagunas que se hallan en todo el campo semántico-estético y que se dan en las dos lenguas clásicas, en las cuales faltan palabras equivalentes a vocablos modernos, como gusto, estilo o fantasía. Sin bien ya en la Poética de Aristóteles asomaba la distinción entre las teknai de orden estético y las otras teknai, ello respondía a exigencias teoréticas que fueron extrañas a la mayor parte de la cultura grecolatina. Esta, por sus supuestos intelectuales y por la particular estructura de la sociedad, se inclinaba a polarizar la propia atención sobre cada una de las técnicas (en particular sobre su no naturalidad y no casualidad) antes que sobre el momento subjetivo de la creación. Desde un punto de vista extrínseco, la actividad del pintor presentaba rasgos comunes más patentes con la del ceramista o el decorador que con la del músico o el poeta, así como el poeta tenía rasgos comunes con el retórico más que con el pintor.
La unidad y la amplitud, de la acepción de ars serían modificadas solamente por profundas evoluciones sociales. Éstas empezaron a producirse alrededor del siglo XII, cuando la necesidad de profundizar en el saber llevó a la creación de instituciones culturales en las que determinadas artes, las artes liberales, se aprendían, se enseñaban y perfeccionaban; así, si en las teorizaciones escolásticas de Tomás de Aquino las Artes son aún consideradas dentro del mismo ámbito en su esencia, los que ejercen las artes liberales empiezan a tener, en razón de más largo y complejo aprendizaje, una calificación social diferente. En consecuencia, mientras en el latín medieval permanece aún una denominación única para todas las artes, se designa con nombre diferente a aquellos que profesan un arte liberal y a los que ejercen artes no liberales; a los primeros (médicos o poetas, juristas o músicos) se les llama artistas (con un neologismo de indiscutible origen docto), los otros reciben el nombre de artesanos (otro neologismo, de factura, sin embargo, popular y dialectal). Sobre la estela de estas dos denominaciones profesionales diferentes, en las nuevas lenguas que empiezan a consolidarse en Europa el nombre de arte tiende a limitarse progresivamente a aquellas que Vittorino había llamado artes animi y a algunas de las artes animi et corporis, como la arquitectura.
Dos hechos contribuyen a diferenciar las actividades del pintor, del arquitecto y del escultor de todo conjunto de actividades artesanas. Estos dos hechos, acaecidos a fines del siglo XIV, son: el descubrimiento de la antigüedad y la necesidad de enriquecer los presupuestos intelectuales y técnicos de las artes figurativas. El gusto arqueológico, los estudios de estética, de perspectiva, de anatomía, etc., dieron a pintores, escultores y arquitectos una fisonomía cada vez más parecida a la de los humanistas o de los físicos (en el sentido extenso que el término tenía entonces),  y cada vez más alejada también de la de sus predecesores de los siglos XIII y XIV y de los artesanos contemporáneos. Con todo derecho, en el siglo XV se podía juzgar y denominar la pintura como un arte en el sentido más noble de la palabra, y no considerarla como un trabajo u oficio. De este modo, dentro del Renacimiento, la voz arte acabó por ser un sinónimo de ciencia. Por otra parte, es necesario tener en cuenta la profunda revolución que, desde los comienzos del siglo XVI, agitó al mundo intelectual (y por lo tanto a todas las artes), que se había basado, durante siglos, en el principio de autoridad. El racionalismo destruyó este fundamento: las artes, tal como eran aprendidas y enseñadas en los viejos centros de la cultura medieval, fueron objeto de sátiras violentas e implacables por parte de escritores, eruditos y filósofos. A las viejas artes, caídas en descrédito, sustituyeron las nuevas ciencias experimentales y matemáticas. Pero con los conceptos decayeron también los nombres: ya a mediados del siglo XVI, el término arte no se refería a las ciencias naturales y exactas. Vasari lo utilizaba ya, sin otra especificación, en el sentido de artes plástico-gráficas. Así, por primera vez en la historia lingüística de la Europa occidental existía una palabra que indicaba de modo unitario y especifico un grupo de diversas actividades cuya finalidad común era producir belleza. Las discusiones sobre la unidad de las artes, desarrolladas en el siglo XVI y continuadas en el XVII, llevaron a la conclusión de que en las artes figurativas, por encima de las diversidades de material y de técnica, existían circunstancias comunes: el ingenio del creador, el gusto, la activa obra de la fantasía. El sentido de la comunidad de todas las actividades encaminadas a producir lo bello encontró su forma de expresión al crearse la acepción de arte como actividad estética en general; con este significado empezó a difundirse por Europa a fines del siglo XVII, consolidándose posteriormente entre los siglos XVIII y XIX. Esta consolidación fue debida, por una parte, a la crisis de desaparición de las viejas actividades artesanas, sustituidas por el trabajo industrial, y, por otra, al uso preferentemente estético que del arte hicieron escritores y pensadores europeos, románticos y posrománticos.
Naturalmente, las polémicas contemporáneas sobre lo que es arte (estética) podrán modificar también en el futuro el significado del término.

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